martes, 25 de octubre de 2011

Encuentro Juvenil - Colegio Fetzer - La Molina, Lima.


Noé y yo, en el bus que nos retornó a Trujillo.

El 14 de Octubre por la noche viajé a Lima para predicar la palabra de Dios en un encuentro juvenil. Fue un viaje de ida y vuelta, predicaría el día 15 y volvería a Trujillo esa misma noche.

Fui invitado a este encuentro por el evangelista Tim Chapman. Él trabaja realizando campamentos de crecimiento espiritual. Esta vez, preparó un programa para las edades de 11 a 17 años.

Viajé a Lima con mi hijo Noé, de 10 años y tres varones jóvenes de nuestra iglesia: José, Nahum y Alberto. Los invité a ir conmigo porque ellos trabajan con esta los adolescentes de nuestra iglesia y pensé que ellos podrían aprender algo sobre cómo Tim trabaja con las personas de estas edades.


A mi derecha, Nahum, José y Alberto, de la IEBI La Esperanza, Trujillo.

Hubo buena asistencia. Yo calculé un poco más que 150 personas, incluyendo el equipo de trabajo. Hubo mucho entusiasmo. El lugar, el Colegio Fetzer, de La Molina, fue propicio para el encuentro.

El Evangelista Tim me compartió los objetivos que perseguía con este encuentro: “Quiero que toques pecado, confesión de pecado, una consciencia limpia con Dios y con otros, arreglar cuentas con Dios”. Básicamente, lo que se me dio como objetivo de la predicación fue: que todos los asistentes determinarán vivir de una manera tal que Dios siempre estuviese contentos con ellos.


Por varios días estuve pensando cómo llegar al corazón de los que llegasen a encuentro. Orando a nuestro Dios, determiné que cumpliría esas metas predicando sobre el pecado y la juventud. Dividí mis charlas a los jóvenes así: 1) ¡Somos pecadores! 2) ¡El problema del pecado se soluciona por medio de Jesucristo! 3) ¡Seguir a Jesucristo garantiza una vida limpia ante Dios y ante los hombres!


Tuve un promedio de 30 minutos por mensaje. Durante la predicación, vi a la juventud atenta. Me escucharon con avidez. En el tercer mensaje, que fue el último, hubo varios jóvenes que levantaron sus manos para asumir el reto de arreglar cuentas con Dios y consagrar sus vidas a él. Hubo también dos jóvenes que levantaron sus manos en señal de que querían seguir a Jesucristo por primera vez.


Compartir la palabra de Dios es una gran responsabilidad. El programa no contempló tiempos de consejería con los que vinieron al encuentro. No tengo cómo saber cuáles fueron las reacciones posteriores a la predicación. Empero, tengo la confianza de que la palabra de Dios no volverá vacía y que hizo su obra en el corazón de cada uno de los que asistieron al encuentro.


Antes de volver, mi amigo Tim nos invitó a cenar. Disfrutamos un lindo tiempo con él. La comida estuvo deliciosa y nuestro compañerismo se acrecentó aún más.

Gracias a Dios por el privilegio de ser su siervo en la salvación de almas y la edificación de su iglesia.

Segundo Rodríguez
Evangelista

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